La alerta del gobierno japonés sobre agua contaminada por radiación en Tokio ha desencadenado inquietud mundial
En Japón, continúa registrándose un aumento de partículas radiactivas en el ambiente: la cantidad del yodo radiactivo en el agua de Tokio ya duplica el nivel admitido para los niños.
El agua muestra nuevos y peligrosos índices de contaminación relacionada con la radiación. La media normal para bebés establecida por las autoridades japonesas es de 100 bequerelios por litro, mientras que para adultos es de 300; sin embargo, de acuerdo a las más recientes mediciones, el índice de concentración de yodo el agua del grifo ha llegado a 210 bequerelios.
Esta medición fue obtenida de un barrio de Tokio, pero la administración de la capital recomendó a todos los habitantes de la región abstenerse del uso del agua de grifo a fin de preparar comida para los niños.
El 19 de marzo se informó que se detectó radiación en el agua de Tokio y también se dio a conocer la presencia de contaminación radiactiva en el agua de otras prefecturas como Niigata, Tiba, Saitama, Totugi, Gunma y Fukushima. ¿Cuál es la diferencia ahora? Que en esos días el informe no trataba de cualquier riesgo para la salud de los ciudadanos, de manera que esta disposición se suma a la advertencia que, en días pasados, el Gobierno japonés solicitó que se evite el consumo de algunos alimentos procedentes de las zonas cercanas a la central averiada de Fukushima 1.
La OMS señala al respecto que el consumo de alimentos o agua con radiación podría incrementar el riesgo de determinados tipos de cáncer: “Aunque el yodo radiactivo tiene una vida media de unos ocho días y se desintegra de manera natural en unas semanas, sí hay un riesgo a corto plazo para la salud humana si el yodo radiactivo se incorpora en el organismo humano”. Si se ingiere, el compuesto puede acumularse y causar lesiones en la tiroides“.
Esta alerta está dirigida sobre todo en protección a los niños, pues ellos son más sensibles a los riesgos de la contaminación radiactiva debido a que sus órganos todavía están desarrollándose. Si algo podría enseñarnos Chernobyl es que, a pesar de que el yodo radiactivo se desintegra con rapidez, los efectos causados, aun después de 25 años, resultan aterradores.