Pareciera ser que la acción de llorar está culturalmente condicionada. ¿Cuándo es correcto llorar para Occidente?
Desde niños, sabíamos que si nos lastimábamos, llorar era la opción para conseguir la atención de nuestros padres. Sin embargo, si llorábamos solamente por frustraciones, lo más probable es que sólo consiguiéramos una reprimenda.
Pareciera ser que la acción de llorar está culturalmente condicionada. ¿Cuándo es correcto llorar para Occidente?
Según la antropóloga Krystal D’Costa, llorar es cosa de género: Mientras que a las mujeres se les permite expresar su tristeza más libremente, en los hombres, llorar sigue estando mal visto.
Una investigación llevada a cabo por Balswick y Peek en 1974 sustenta esta teoría. En ésta, se encontró que en la educación masculina, frases como “los niños grandes no lloran” o “debes ser valiente y fuerte” son ampliamente comunes. Llorar está asociado a debilidad, sensibilidad, emotividad y poco autocontrol; calificativos negativos en una formación tradicionalista.
Además, en 1984, Ross y Mirowsky descubrieron que los hombres con más educación y un nivel socioeconómico más alto son menos propensos a llorar que sus congéneres menos beneficiados; esto a pesar de tener perspectivas menos conservadoras en torno a los roles de género. Los investigadores creen que la calidad de vida juega un papel muy importante para entender los resultados obtenidos.
Por otro lado, si bien en las mujeres llorar no está mal visto, sí es reprochable que lo hagan en un espacio público. Pareciera que el género femenino, típicamente asociado con la esfera privada (el hogar), debe circunscribir sus actividades al mismo espacio según la cultura tradicionalista.
Sin embargo, no todo queda limitado a roles de género. Dado que el espacio público involucra una interacción social, llorar en esta esfera demanda una respuesta de los testigos, irrumpiendo su rutina cotidiana y, generalmente, ocasionando situaciones incómodas. Ante la impericia general de las personas para ofrecer confort a desconocidos, llorar ha sido vetado culturalmente en ámbitos laborales, escolares y espacios similares.
En conclusión, para Occidente, solamente es correcto llorar cuando nadie se entere.

