A partir de los 60 años hay que reducir aún más su consumo; el máximo es dos vasos de vino o dos botellas de cerveza clara
Aparte de los riesgos que conlleva al conducir bajo sus efectos o la violencia que en ocasiones lo acompaña, el beber sin moderación afecta sobre todo dos regiones de nuestro cuerpo: el hígado y el sistema nervioso.
El primero es el encargado de descomponerlo y eliminarlo. Pero para procesar tan sólo ocho gramos de alcohol (medio vaso de vino o media botella de cerveza clara) tarda una hora. Esa es la causa de que sintamos resaca al día siguiente, pero a largo plazo deriva en daños irreparables, y se complica si se lleva una dieta poco sana. El hígado se lesiona de manera progresiva dando paso a cirrosis, insuficiencia hepática, cáncer del hígado y finalmente la muerte.
En el sistema nervioso es capaz de provocar discapacidades intelectuales y aumentar el riesgo de ansiedad, depresión, confusión y demencia.
Y por si fuera poco, ya en estado crónico, causa inflamación del páncreas, sangrado y úlceras estomacales, hipertensión y derrame cerebral.
Cuando se rebasan los 60 años de edad, el organismo tiene menos capacidad de procesar el alcohol, por eso los médicos recomiendan que se rebaje a la mitad el límite de su consumo. Pero, ¿cuál es este límite? No hay una respuesta precisa. Sin embargo, la asociación británica Alcohol Concern recomienda que los hombres no beban más de tres a cuatro unidades al día (dos vasos de vino o dos botellas de cerveza clara), y las mujeres entre dos y tres unidades diarias (un vaso de vino o una botella de cerveza clara).
Por otra parte, las bebidas alcohólicas sí causan gordura; son una fuente de calorías vacías. Cada gramo de alcohol contiene siete calorías. Una botella de 280 mililitros de cerveza clara aporta 110 calorías, lo mismo que una dona; un vaso de vino blanco seco o tinto proveen 115 calorías (una rebanada de pastel de chocolate) y un vaso de vino blanco dulce significa 165 calorías.
Pero no todo es tan malo, si se bebe con moderación. Aunque no se sabe cómo sucede, se cree que que el alcohol aumenta el colesterol bueno, lo que disminuye el riesgo de enfermedades del corazón. Es el caso específico del vino tinto, el cual contiene flavonoides, compuestos que actúan como antioxidantes y contribuyen a reducir el riesgo de aterosclerosis.
Fuentes: doctora Trisha Macnair, de la Asociación Médica Británica; Don Shenker, presidente de Alcohol Concern, y Heather Caswell, de la Fundación Británica de Nutrición, para la BBC.

