El aventurero suizo Ives Rossy es capaz de volar en escuadra con aviones jet, a más de 200 km/h
En la mitología griega se cuenta que Ícaro y su padre, el arquitecto Dédalo, el constructor del laberinto de Creta, fueron encarcelados en una torre de esa isla por el rey Minos. Ambos consiguieron escapar, pero no podían abandonar la isla por mar, debido a la estrecha vigilancia, esto llevó a que con plumas de ave, hilo y cera Dédalo fabricara unas alas para él y su hijo. Una vez terminadas, el ingenioso arquitecto las batió a sus espaldas y pudo suspenderse en el aire. Luego equipó a su hijo con otras, y le enseñó cómo volar. También le advirtió que no volara demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas.
Luego, emprenderían el vuelo; surcaron sobre las islas de Samaos, Delos y Lebintos, entonces Ícaro comenzó a ascender extasiado por la sensación, pero el ardiente sol ablandó la cera y las alas se deshicieron, cayendo al mar…
Muy lejos del mito, el 26 septiembre de 2008, el piloto y aventurero suizo Yves Rossy probó su nuevo invento: las alas a chorro. Saltó de un avión a 4,000 metros de altura y cruzó el Canal de la Mancha, que separa Reino Unido de Francia, a 190 km/h en 12 minutos.
La más reciente hazaña de este ex piloto de 51 años, conocido como Jetman, fue surcar los cielos en los Alpes acompañado de dos aviones caza. El ‘hombre avión’ lo hizo metido en un traje-jet especialmente ideado para volar a grandes velocidades, en este caso más de 200 kilómetros por hora. Cuando se terminó el combustible, el piloto abrió su paracaidas para aterrizar.
Su máquina pesa 60 kilos, tiene dos metros de envergadurai y es impulsada por cuatro motores.