Las de alto rango se encargaban de los rituales previos a la guerra, y eran educadoras en instituciones de enseñanza
En la antigua Tenochtitlan las mujeres tenían un rol importante, tanto en la vida cotidiana como en sucesos relevantes de la familia (administraban los bienes del hogar y dirigían los rituales a su interior), y en el ámbito social, se desempeñaban como educadoras en instituciones de enseñanza, como el calmécac y el tepochcalli.
“Complementaban las funciones que el hombre hacía al exterior de la comunidad, es decir las guerras, las conquistas, los rituales públicos y el cobro de tributos. Ellas, por tanto, se ocupaban de las actividades internas, como los rituales hogareños, los códigos de comportamiento, el arte culinario, la administración de los bienes de la casa y el desarrollo económico de cada familia, al ser las encargadas de la producción de textiles y de artículos para el trueque”, explica Miguel Pastrana Flores, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Desde la infancia las mujeres tenían la obligación de ser el equilibrio y soporte de la familia. Así lo refiere un fragmento de las crónicas de fray Bernardino de Sahagún, donde se describe el nacimiento de una niña a quien la partera indica, frente a las demás mujeres de la comunidad, que deberá ser ‘el corazón de su hogar’.
“En el caso de las mujeres pillis, aquellas que pertenecían al alto rango social tenochca, estaban destinadas a ser las futuras esposas de jefes guerreros, altos funcionarios y gobernantes mexicas, por lo que recibían dos tipos de educación: la práctica, utilizada para la vida cotidiana, y la ritual, que se desarrollaba en días o circunstancias específicas e incluía el aspecto religioso”, indica el historiador.
Al respecto, las fuentes documentales refieren que los hogares de alta jerarquía de la sociedad mexica eran polígamos, es decir, los hombres tenían diversas mujeres, aunque sólo una era responsable y dirigente de los cuidados y actividades de la casa y el linaje de la familia.
Estas mujeres de elevado status debían mantener limpio el hogar y a diario realizar ofrendas con hule, copal y alimentos, colocados en el altar que cada hogar tenía. Convocaban y dirigían a los miembros de la familia en las oraciones cotidianas. Un ejemplo de estas actividades eran los rituales realizados en las casas de los guerreros o cobradores de tributos antes de que partieran. La esposa se ponía pintura facial con tizne y se vestía con ropas viejas y maltratadas, buscando que su apariencia fuera de tristeza y angustia; se ofrecían cantos y oraciones a los dioses pidiendo la bienaventuranza de los guerreros y triunfo en sus campañas.
“Al regreso del hombre, la mujer realizaba otro ritual, en este caso de bienvenida, para agradecer a los dioses la victoria y el retorno de su esposo; se ofrendaban guisos finos (con alimentos restringidos al grueso de la población), se portaban ropas elegantes con tejidos delicados y diseños con plumas, y en ocasiones se ofrecían algunos de los productos que el combatiente o recaudador de tributos traían de su expedición.”
Por otro lado, la enseñanza práctica que las mujeres pillis recibían se orientaba a fines cotidianos, entre ellos hacer tejidos e hilados finos, y tener una magnifica preparación en la cocina que abarcara suculentas comidas con ingredientes exclusivos, como la carne de pelícano o el chocolate.
Además, debían saber los códigos de comportamiento y expresiones del lenguaje corporal según las circunstancias o los lugares (hogar, templo, adoratorio), así como hacer actividades de aseo, por ejemplo barrer todos los días a primera hora la casa para “sacar todos los pecados y vicios del hogar”. Al mismo tiempo, las pillis se encargaban de la administración de las telas, joyas y alimentos al interior del hogar.
En Historia general de las cosas de la Nueva España, fray Bernardino de Sahagún menciona que las mujeres también asistían a las escuelas mexicas, en un tipo de calmécac (colegio para personas de alta jerarquía) femenino, así como al tepochcalli (para gente común), aunque se desconoce qué se les enseñaba. Por otra parte, en el Códice Florentino se dice que algunas señoras se hallaban al interior de los colegios, posiblemente fungiendo como maestras, algo que hasta el momento no se ha corroborado.
“Los niños tenochcas incursionaban en las escuelas entre los seis y nueve años de edad, hasta los 15 o 19, cuando egresaban ya como adultos. Según se lee en dicho códice, al ingresar a los colegios los infantes ‘eran recibidos por ancianas’; en otro apartado se menciona a las mujeres ofrendadoras y ritualistas al interior del lugar, lo que sugiere que tal vez una parte del sector femenino se dedicaba a impartir enseñanzas en dichas instituciones”, comenta el investigador de la UNAM.
Las fuentes históricas también hacen referencia a la participación de las mujeres dentro de actos públicos religiosos, en los cuales aportaban las ofrendas, pintaban a los involucrados y oraban. Fuente: INAH