Cuando Copérnico presentó su teoría heliocéntrica, fue criticado por todos los sectores de la ciencia y la religión, y su obra fue prohibida porque se oponía a lo establecido por Ptolomeo y las Sagradas Escrituras.
Tras conocer la teoría heliocéntrica propuesta por el astrónomo polaco, Martín Lutero –asombrado y tomando ésta como la idea de un demente– sólo atinó a decir:
“Este loco anhela trastocar por completo la ciencia de la astronomía, pero las Sagradas Escrituras nos enseñan que Josué ordenó al Sol y no a la Tierra que se moviera”.
Tras más de mil años con una concepción del universo basada en la teoría geocéntrica de Ptolomeo, las propuestas de Copérnico resultaron incomprensibles e incluso ofensivas para la mayoría de la gente.
Sin embargo, esto no fue obstáculo para un genio educado en las mejores universidades.

Y es que Nicolás, pese a perder a su padre cuando tenía diez años, recibió una sólida formación gracias al apoyo de su tío Lucas, hermano de su madre Bárbara, que vio en su tímido pero aplicado sobrino un perfecto ayudante para su futuro cargo de obispo.
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Controversia planeada
Nicolás Copérnico fue siempre consciente de la controversia que iba a desatar su obra De Revolutionibus y su teoría heliocéntrica. Sabía perfectamente que iba a ser criticada y que todos los juicios iban a tener como elemento común una interpretación malignamente distorsionada de algún pasaje de las Escrituras realizada por ignorantes en matemáticas.
Los primeros en contradecir sus teorías fueron los teólogos protestantes.
Nadie ponía en duda en la Edad Media que, tal como afirman los versículos del Eclesiastés, uno de los textos bíblicos, “la Tierra permanece en su posición a perpetuidad (…) y el Sol sale y se pone, apresurándose a ocupar de nuevo el lugar por donde se levantará”.
Esta misma cita fue utilizada por Felipe Melanchtón, un erudito y humanista alemán discípulo de Lutero, para contradecir las hipótesis de Copérnico.
Aun así, éste consideró necesario dar a conocer sus ideas y librar a la astronomía de postulados incoherentes.
Copérnico no pudo vislumbrar que, tras el apoyo que había recibido por parte de algunos reconocidos miembros de la Iglesia católica, su obra iba a permanecer en la lista de los libros prohibidos desde 1616 hasta 1835.
Pese a la revolución renacentista y el descubrimiento de América, el mundo no se hallaba aún preparado para dejar de ser el centro del universo.

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La obra prohibida
Su obra De Revolutionibus, basada en la observación del cielo y el análisis de los escritos de antiguos astrónomos, es un tratado matemático formado por seis libros de una dificultad extrema.
El propio autor tuvo presente su complejidad, por lo que en el Libro Primero, dividido en XII capítulos, ya argumentaba todos aquellos puntos que más tarde desarrollaría técnicamente.
La revolución copernicana se había puesto en marcha. La Tierra se mueve y no es el centro del universo. Éste lo ocupa el Sol.
¿Qué establece la teoría de Copérnico?
Que la Tierra gira sobre sí misma una vez al día, y que una vez al año da una vuelta completa alrededor del Sol. Además, afirma que la Tierra, en su movimiento rotatorio, se inclina sobre su eje.
Su teoría heliocéntrica tiene la ventaja de poder explicar los cambios diarios y anuales del Sol y de las estrellas, así como el aparente movimiento retrógrado de Marte, Júpiter y Saturno, y la razón por la que Venus y Mercurio nunca se alejan más allá de una distancia determinada del Sol.
Copérnico observó que cuanto mayor es el radio de la órbita de un planeta, más tiempo tardaba en dar una vuelta al Sol.
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Temor al ridículo
Copérnico sabía que la idea del movimiento de la Tierra no era fácil de aceptar, por lo que dudó largo tiempo en decidir si publicar su obra o, al igual que los pitagóricos, transmitir sus conocimientos de forma oral y evitar ser ridiculizado.
Sin embargo, sus amigos lo convencieron de que escribiera un resumen. El comentario comenzó a difundirse y se despertó el interés por su obra.
El cardenal Schonberg, el obispo Giese de Culm y otros hombres de ciencia invitaron a Copérnico a publicar sus descubrimientos, pero la súplica resultó inútil.
Pasaron más de 10 años desde la conclusión del De Revolutionibus y el libro seguía sin ver la luz.
Cuando ya todo parecía perdido, un joven astrónomo conocido como Rheticus devolvió a Copérnico la fe en su obra.
De Revolutionibus se imprimió en marzo de 1543, dos meses antes del fallecimiento de Nicolás Copérnico, hemipléjico desde diciembre del año anterior.
Su enfermedad le evitó ver las graves manipulaciones que hizo en su libro el editor luterano Andreas Osiander, que incluso cambió el título de la obra de Copérnico, publicándola como De Revolutionibus orbium coelestium libri VI.
No obstante, se cree que el genial astrónomo polaco pudo ver una copia el mismo día que falleció.
Texto publicado en revista Muy Interesante México.

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