Un reciente estudio de la Universidad de Columbia (Reino Unido) demostró que es más fácil resistirse a lo prohibido si lo hacemos junto a otras personas en la misma situación. Los resultados también corroboran la teoría de que cuando algo se nos prohíbe, capta toda nuestra atención.
El estudio afirma que la atracción por un objeto vedado se reduce si otras personas de nuestro entorno tampoco pueden disfrutar de él, de modo que nos resulta más fácil respetar las prohibiciones si formamos parte de un grupo. Las investigaciones muestran además que cuando se prohíbe el uso de objetos cotidianos, nuestras mentes les prestan más atención que de costumbre. Estos objetos se vuelven tan valiosos para nuestro cerebro como nuestras posesiones personales.
El experimento consistió en que los participantes observaran imágenes de objetos del día a día y dijeran si eran suyos o de todos y si les estaban prohibidos sólo a ellos o a todos por igual. A través del análisis de imágenes cerebrales y pruebas de memoria, los científicos vieron que los objetos prohibidos eran reconocidos de la misma forma que los objetos propios.
Este hallazgo ayuda a comprender la mayor efectividad de las terapias grupales frente a las individuales y facilita el camino hacia el abandono de malos hábitos como fumar o comer en exceso.
Dejarnos guiar por lo prohibido
Nuestra propia condición como seres humanos es la que nos empuja a experimentar aquello que se nos niega porque necesitamos conocer lo desconocido y valorar sus consecuencias. Transgredimos las normas para sentir “en primera persona” sus consecuencias.
Es el único modo que tenemos de repetir o renunciar por voluntad propia a actividades prohibidas, si éstas resultan o no realmente dañinas para nosotros. Como apuntaba Oscar Wilde “la única forma de vencer una tentación es dejarse arrastrar por ella”.