Ubicado en un impreciso horizonte (“sobre todos los aires”), Tamoanchán era la imagen del paraíso en varias culturas prehispánicas de Mesoamérica. Se le visualizaba como lugar de destino, pero también como punto de origen.
De acuerdo con algunas versiones allí se originó el hombre y se creó el pulque. Se decía también que era morada de algunos dioses, como la hermosa Xochiquetzal, deidad tutelar de la belleza, el amor y la virtud de las mujeres solteras.
De acuerdo a sus raíces etimológicas, la mítica ciudad de Tamoanchan, en maya, refiere al “lugar del gavilán serpiente” “ta” lugar, “moan” gavilán y “chau” serpiente.
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En idioma téenek Famanchan es el “sitio del árbol del inframundo”. “Ta” lugar, moan, gavilán (ave del inframundo) “che,”, árbol, “cha” casa o lugar. Finalmente, en el ámbito náhuatl Tamoanchan sería “la morada del descenso” “Tamoa” descenso “an” donde y “chan” casa.

En su obra “Tamoanchán y Tlalocan” el antropólogo Alfredo López Austin aclara que, según el mito, en ese lugar se generó el maíz y desde allí la pareja primigenia de la humanidad (conformada por los dioses Ometecuhtli y Omecíhuatl) envía el germen espiritual para los niños que se conciben.
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