A semejanza de un cadáver humano en un episodio de la serie CSI, una ballena varada en la playa es un misterio por resolver. Cuando estos cetáceos encallan, saber de dónde venían, cómo vivían y por qué acabaron tirados en la arena son algunas de las preguntas para las que los forenses de ballenas buscan respuestas.
Debido a la espesa capa de grasa que protege del frío a estos animales, se descomponen con rapidez bajo el sol.
Sin embargo, la dificultad que entraña estudiarlos en la naturaleza otorga gran importancia a cualquier información que se pueda extraer de sus cadáveres. Así, los forenses de ballenas o ballenero no sólo identifica la razón de la muerte, sino también indaga sobre su salud, edad, estado reproductivo y alimentación.
Cuando se encuentra una ballena varada en la playa, un complicado protocolo se pone en marcha. Su trabajo no es fácil pero si se actúa con precisión, el forense podrá identificar la razón de la muerte y su estado de salud previa al deceso.
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No es habitual descubrir nuevas especies de animales tan grandes como una ballena, pero a veces ocurre. A mediados de 2016, se describió una variedad desconocida de zifio –un tipo de cetáceos con un hocico pronunciado– a través del ADN extraído de un esqueleto aparecido en Alaska. Entre 2002 y 2004, se produjeron varios varamientos colectivos de estos odontocetos en las islas Canarias.
El grupo de investigación de anatomía patológica especializado en cetáceos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria determinó que existía una relación entre esos sucesos y el uso del sonar en los buques militares, lo que llevó a prohibir esta tecnología en la zona.
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