Bin Laden fue lanzado en aguas del Mar Arábigo y el destino del cadáver cremado de Hitler es un misterio
El propósito de ‘borrar’ todo vestigio de líderes carismáticos, símbolos de movimientos ideológicos, no es una práctica nueva; los regímenes victoriosos, al significarles una amenaza a su estabilidad, niegan a los seguidores de sus enemigos derrotados una tumba, un punto de reunión, un santuario que les dé unidad. Así lo hizo Estados Unidos, como lo explicó, al lanzar desde un portaaviones cerca de las costas de Omán, en aguas del Mar Arábigo, el cuerpo del líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden, su hombre más buscado. Había que evitar un importante centro de veneración o reclutamiento, en este caso, del extremismo islámico.
El paradero final del cadáver parcialmente cremado del jefe nazi Adolfo Hitler se mantiene en secreto; fue desenterrado de su sepultura inicial en Berlín, por las fuerzas soviéticas, y trasladado a varios lugares; hay quienes aseguran que su cráneo y mandíbula están en Moscú. Su casa en los Alpes bávaros, fue demolida en la década de 1950 para que no fuera tomada como un símbolo por los neonazis. Otros colaboradores de Hitler, como Hermann Goerin, su lugarteniente y jefe de la Luftwaffe, fueron ejecutados por los aliados después de los juicios de Nuremberg, cremados y sus cenizas esparcidas en el río Conwentzbach, un afluente del Isar, en Munich.
Ernesto Guevara, el revolucionario argentino, fue muerto en Bolivia y enterrado en una tumba sin nombre.
Michael Cox, catedrático del Departamento de Relaciones Internacionales de la London School of Economics, en declaraciones a BBC Mundo, explica que la mitología de muchas ideologías revolucionarias se nutren a tal grado de la veneración de los héroes caídos, que sus oponentes siempre intentan frenar cualquier atractivo emocional de este tipo. Los mártires en cualquier tipo de lucha contribuyen a atraer nuevos adeptos. “El santuario de cualquier líder político tiene la intención de proporcionarle cierto tipo de inmortalidad“, indica por su parte el historiador Laurence Rees.
Muchas veces también se libran batallas por ellos, como en el caso de Benito Mussolini, colgado de ganchos de carne por partisanos victoriosos, enterrado en una tumba anónima, desenterrado por sus seguidores fascistas, recuperado por las autoridades y finalmente sepultado en una cripta años después. El Valle de los Caídos, donde se encuentra el dictador Francisco Franco, aún divide a muchos españoles.
En contraparte a evitar santuarios a los enemigos, es la creación de monumentos u otros símbolos de los héroes vencedores. Otro fenómeno alrededor de ‘evidencias mortuorias’ es que la falta de ellas, su ubicación tangible, da pie a teorías de conspiración, al surgimiento de sospechas, como las que han surgido en el caso de Bin Laden.