En 1922 el egiptólogo Howard Carter (1874-1939) abrió la tumba del célebre faraón Tutankamón en el Valle de los Reyes. Meses más tarde, el 5 de abril de 1923, Lord Carnarvon, quien había financiado la excavación y estuvo presente el día en que se abrió la tumba, falleció a causa de una septicemia ocasionada por la picadura de un mosco.

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Al poco tiempo, el 26 de septiembre de 1923, su mediohermano Aubrey Herbet se suicidó. Para 1929 unas 16 personas relacionadas con Carnarvon o Carter fallecieron y de inmediato la prensa sensacionalista comenzó a hablar sobre la maldición de Tutankamón.
Algunos textos de los escritores Arthur Conan Doyle y María Corelli reafirmaron esta supuesta maldición que acabaría con todo aquel que hubiera estado presente el día en que Carter abrió la tumba. Irónicamente los escritos se basaban no sólo en la muerte de Carnarvon sino en el hecho de que el día en que Howard Carter abrió la tumba una cobra se comió a su mascota, un canario –las cobras en el antiguo Egipto protegían a los faraones–.
Asimismo, investigaciones realizadas en los últimos cinco años señalan que los insectos o las bacterias presentes en la tumba de Tutankamón pudieron acelerar la muerte de Carnarvon, quien padecía diversos problemas de salud.
Un estudio reciente reportó que las momias antiguas pueden portar Aspergillus niger y Aspergillus flavus , dos tipos de moho que ocasionan reacciones alérgicas que van de una simple congestión nasal a una hemorragia pulmonar.
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Fuentes: news.discovery.com, egypt.net, news.nationalgeographic.com

