La historia de Alcohólicos Anónimos (AA), así como de sus fundadores, trata de resiliencia y de cómo de un problema puede surgir algo benéfico para la humanidad.
Hace más de 50 años habían dos alcohólicos que se conocieron y conversaron acerca de su incapacidad para dejar de beber. Juntos decidieron ayudar a otros. Hoy en día, en todo el mundo existen centros de AA (Alcohólicos Anónimos), que suman dos millones de miembros.
Bill y Bob: la historia de dos adictos al alcohol
Un sábado por la tarde, en mayo de 1935, William (Bill) Wilson, un analista financiero de NY se encontraba en el vestíbulo de un hotel de Akron, Ohio, en Estados Unidos sin nada que hacer. Del otro extremo del vestíbulo le llegaban ruidos de copas y voces que parecían envolverlo en el ambiente festivo del bar. El problema era que Wilson era un alcohólico en rehabilitación. Se había logrado mantener sobrio por unos pocos meses gracias al apoyo del Grupo Oxford, mismo que basaba su filosofía en principios religiosos. Ahora, Wilson, sentía que estaba flaqueando. Según narraría más tarde, se sintió poseído por un pensamiento que le gritaba en la mente: “Voy a embriagarme”. No obstante, después sentí miedo. Qué bueno, nunca antes había temido a los peligros del alcohol”.
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Percibiendo el peligro de recaer en ese ambiente festivo de aquel bar, Wilson empezó a buscar ayuda desesperadamente. En un directorio eclesiástico dio con el nombre de un clérigo, quien le contó sobre otro hombre en su misma situación de adicción al alcohol. Sabía que en ese momento tenía que hablar con alguien que entendiera plenamente la situación en la que estaba.
A diferencia de Bill Wilson, aquel otro hombre aún bebía compulsivamente. Se trataba del cirujano Robert Smith, quien estaba perdiendo a toda su clientela a causa de su alcoholismo, mismo que a la vez no podía frenar. El “Dr. Bob” -Robert Smith- era reservado y conservador. En cambio Wilson era enormemente dinámico y desenvuelto.
Los primeros cimientos de AA (historia)
Juntos formaron el grupo Alcohólicos Anónimos o Doble A, mismo que se dedicaba a ayudar a las personas a superar su adicción al alcohol.
Poco a poco fueron desarrollando una filosofía acerca de cómo tratar el alcoholismo, lo que formaría la base de acción de Alcohólicos Anónimos (AA). Al principio Bill Wilson se sintió tentado a crear un organismo “a lo grande”, incluso con instalaciones para la investigación, afiliado a hospitales y con abundantes fondos monetarios.
Al respecto él declaró: “Sí, abrigamos ese sueño. Era natural, los alcohólicos somos idealistas en quiebra”.
No obstante, muy pronto AA tomó un giro totalmente diferente: se convirtió en una especie de federación de grupos locales fundados por sus miembros. Nunca se ha vinculado a instituciones ni tendencias políticas; nunca ha cedido su nombre a escuelas o terapias para alcohólicos, ni ha pretendido ser de índole profesional. Sobre todo, a sus miembros les ha ofrecido un total anonimato: a los de nuevo ingreso los saludaba con un apretón de manos y les decía: “Soy Bill y soy un borracho”.
El programa consta de 36 principios y los famosos 12 pasos, que se trata de un camino a través del cual el adicto al alcohol debe transitar hacia su recuperación.
AA y su poco conocida relación indirecta con el psicoanálisis
Uno de los principios fundamentales de Doble A ha sido reconocer que el alcohólico necesita renacer espiritualmente. Esta idea le llegó a Wilson de donde menos lo esperaba. A principios de 1930, cuando Wilson aún bebía, supo que un amigo suyo, alcohólico, era paciente del famoso psiquiatra Carl Jung. Para Jung, la única esperanza de vencer el alcoholismo era pasar por una experiencia religiosa o espiritual. Esa era una verdadera conversión.
Wilson supo de este mensaje cuando aún era un adicto, pero a la larga le hizo mella y lo condujo a un despertar espiritual. “Esa idea”, le escribiría a Jung más tarde, “ha sido la base de los logros que desde entonces ha obtenido Alcohólicos Anónimos”.

Qué fue de los fundadores de AA
Bill Wilson vivió y trabajó en Nueva York, mientras que el Doctor Bob permaneció en Akron como cirujano y dirigiendo un grupo de AA. En noviembre de 1950 Wilson lo visitó para tratar los asuntos de AA, pero quedó desolado al verlo acabado y agonizante. Las últimas palabras que el Dr. Bob le dijo: “Recuerda, Bill, no hay que enmarañar esto. Mantengámoslo simple”.
Bill Wilson vivió otros 21 años. Trabajó el resto de su vida para la organización que él había creado, AA. Murió de pulmonía a los 75 años de edad en Miami, Florida. La organización que crearon, al ser de carácter anónimo, dio a conocer los nombres de sus fundadores y su historia, sólo después de que ambos murieron.

Fuente: Los porqués de la mente humana, Reader’s Digest México.

