Con el regreso a actividades presenciales, la ansiedad infantil puede dispararse entre las generaciones más jóvenes en esta vuelta a clases.
Si la pandemia por COVID-19 ha sido abrumadora, el regreso a las dinámicas sociales puede añadir un peso más a las preocupaciones que traemos a cuestas. Desde marzo de 2020, la incertidumbre, la pérdida, la falta de espacio y el encierro han detonado brotes fuertes de depresión e inestabilidad en las personas. Ahora, con las jornadas de vacunación más avanzadas, el regreso a la normalidad podría detonar cuadros de ansiedad infantil en las generaciones más jóvenes.
A pesar de que este padecimiento es relativamente común entre las niñas y los niños, la intensidad con la que impacte a cada quién puede mitigarse. Más aún cuando el ingreso a clases está a la vuelta de la esquina, y el contacto con los demás se convierte en un obstáculo que sortear. Después de año y medio sin interacción social, éstas son algunas de las acciones recomendadas para evitar que los más pequeños la pasen mal al volver al mundo:
Explicarles qué es la pandemia

Elizabeth Englander, profesora de psicología para Bridgewater State University, está consciente que la ansiedad infantil será un reto en este regreso a clases. Incluso antes de la pandemia, según escribe en su artículo para The Conversation, “hasta el 7% de los niños tenían un trastorno de ansiedad diagnosticable que interrumpía su funcionamiento diario”. Después de un año y medio de estrés constante y trauma, es casi seguro que esta cifra se eleve.
La experta asegura que vale la pena que las niñas y los niños entiendan qué es la pandemia. Si saben qué está pasando, les será más sencillo de digerir al momento de enfrentarse a las limitaciones de interacción en sus entornos sociales. Para ello, Englander recomienda buscar libros que puedan ayudar a educar a los más jóvenes sobre la vida pospandémica, cuál es la importancia de las vacunas y cuáles son los protocolos de sanidad que deben de respetar.
Sacar la ansiedad del cuerpo

La autora realizó un estudio entre enero y mayo de 2021 con 238 adolescentes, todos inscritos al Centro de Reducción de la Agresión de Massachusetts. Después de varias pruebas, descubrió que un aplastante 64 % de ellos reportaba un aumento en la ansiedad en el transcurso de la pandemia. Englander piensa que un fenómeno similar se presentará en casos infantiles.
En gran medida, la experta atribuye este comportamiento a la incertidumbre que se ha vivido en estos meses de encierro y estrés sostenido. Para lo cual, sugiere que los padres o tutores se encarguen de llevarles a jugar al aire libre, en entornos ventilados que reduzcan la posibilidad de contagio. De la misma manera, recomienda inscribirlos en actividades deportivas, que les cansen y les permita sacar la ansiedad del cuerpo.
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Distracciones y actividades familiares

“La conexión emocional que los niños tienen con sus familias es su ancla psicológica durante los momentos difíciles“, explica Englander. Si se sienten cómodos en casa, será más fácil que externen sus preocupaciones y angustias. En especial cuando su cotidianidad está a punto de cambiar radicalmente de nueva cuenta, un antídoto para la incertidumbre es la distracción.
Si bien es cierto que no es una fórmula infalible contra la ansiedad infantil, es una realidad que tener espacios de ocio durante el día les dará algo más en qué pensar. Por esta razón, la experta sugiere que estos momentos sin actividades académicas o deportivas se centren en la familia. Jugar juegos de mesa juntos, sentarse a la mesa para compartir la cena o ver una película en casa es suficiente para relajar la mente y darles momentos que esperar, más allá de sus responsabilidades habituales.
Buscar síntomas de ansiedad infantil

Ante todo, siempre es importante mantener una comunicación cercana, honesta y sin juicios con las y los niños. Preguntarles cómo se sienten de regresar a la escuela, o qué experiencias tuvieron en clase puede fomentar que se sientan seguros al volver. De la misma manera, permitirá a los padres o tutores conocerles más, y generar una red de apoyo con la que se sientan protegidos.
Las señales de alarma están en los cambios de comportamiento. La irritabilidad extrema, las preocupaciones excesivas que no se alivian con explicaciones, problemas para conciliar el sueño y la falta de hambre son indicadores seguros de que hay un cuadro de ansiedad infantil. Aunque hablar de estos problemas puede ser difícil para los adultos, es importante hacerles frente para identificarlos y saber qué hacer.
Si la ansiedad llega al punto de interferir con la salud física y el bienestar de la persona, es momento de consultar a un especialista. Valdría la pena ir con un pediatra a la par que con un psicólogo con el que se sienta cómodo, para encontrar un tratamiento adecuado para sobrellevar esta nueva etapa de la crisis sanitaria.
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