Más de un millón de capitalinos se enfrentan a un nuevo tipo de contaminación: el rugido día y noche de los aviones provocado por el rediseño el espacio aéreo.
El 24 de marzo de 2021 pasó desapercibido para la mayoría de habitantes de la Ciudad de México; sin embargo, para poco más de un millón de personas al poniente y sur de la capital, se trató del último día sin contaminación auditiva derivada del tránsito aéreo.
Un día después, los Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM) pusieron en marcha la primera fase del rediseño del espacio aéreo del Valle de México, un proyecto enfocado a reestructurar la viabilidad operacional de la megalópolis, especialmente con el inicio de la operación del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, pactado para marzo de 2022.

Y aunque los SENEAM especifican que algunas de las ventajas de este rediseño implican la reducción del tiempo de vuelo, una mayor eficiencia en las rutas y reducción en las demoras operacionales, vecinos de distintas colonias por las que ahora sobrevuelan los aviones durante su aproximación, se han organizado para buscar una solución al rugir constante de las aeronaves.
Según los residentes, el paso de los aviones impide realizar actividades rutinarias, disminuye la atención, hace vibrar las ventanas y provoca tanto estrés como trastornos del sueño, todo a pesar de que las operaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se mantienen a un nivel de 50 % debajo del normal debido a la pandemia.
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Una ciudad más ruidosa y contaminada
Según un análisis del ingeniero civil y consultor de transporte Pablo Ortíz Haro Barrera publicado en ArchDaily, este resideño provocó que más de un millón de personas residentes de colonias del poniente y sur de la CDMX comenzaran a escuchar el ruido de los aviones, un rugido que en algunas zonas puede alcanzar un máximo de 69 decibeles, una sensación sonora similar al ruido de una lavadora o una aspiradora.
Este análisis lo podemos hacer a nivel manzana para conocer el número exacto de personas afectadas por la contaminación acústica de los aterrizajes en el AICM. pic.twitter.com/tehxnw2Gzj
— Pablo (@pabloohb) April 4, 2021
El cambio más significativo ocurrió en la ruta de aproximación para aterrizar en la Ciudad de México: antes del rediseño, la entrada de las aeronaves a la Zona Metropolitana ocurría típicamente por el noroeste; sin embargo, una vez que el rediseño entró en vigor, colonias que nunca antes habían escuchado el paso de los aviones se enfrentarán a este nuevo ruido a diario.
A través de una comparación de la ruta de 30 vuelos comerciales que se aproximaron al AICM con el diseño anterior y 30 vuelos con el rediseño del espacio aéreo actual, Haro Barrera estima que el impacto de la contaminación acústica en la capital aumentó en más de 180 % para los sonidos de una intensidad entre 61 y 64 decibeles.

Aunque el SENEAM considera que la nueva afectación sonora es casi imperceptible, la última revisión de la Oficina Regional para Europa de la OMS a propósito de la contaminación acústica causada por medios de transporte, especifica que el límite de ruido debe estar por debajo de 53 decibeles cuando se trata de autos y de 45 cuando se trata de aviones, que deben reducir sus actividades por la noche a un máximo de 40 decibeles.
A pesar de que la evidencia científica no es amplia, distintos estudios han demostrado que experimentar el ruido de aviones de entre 50 y 60 decibeles, especialmente durante la noche, es un factor que aumenta el riesgo de desarrollar hipertensión. De ahí que distintos aeropuerto europeos no sólo hayan migrado a la periferia de las ciudades, también disminuyan drásticamente su tráfico durante la madrugada.
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