“No reniego del patriotismo, pero primeramente soy un ser humano, y cuando ambas cosas son incompatibles, siempre le doy la razón al ser humano”, estas palabras resumen las ideas de Hermann Hesse, un escritor que debido a su postura antibélica sufrió en vida el desprecio en su propio país, aunque también conquistó a una generación posterior de lectores al otro lado del mundo. Por Franciso Herrera Coca
Durante su vida debió enfrentar a sus demonios internos, que lo pusieron dos veces a las puertas del suicidio; pero fue más fuerte su búsqueda de la paz interior y el autoconocimiento, dos temas constantes en su obra, por la cual, en 1946, recibió el Premio Nobel de Literatura.
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En busca de la identidad
Nació en Calw, poblado al norte de la Selva Negra, en Alemania, pero pasó buena parte de su infancia en Suiza. Se crió en el seno de una familia multicultural; su padre, Johannes, nació en una colonia alemana situada en Estonia, que en esos años pertenecía al Imperio ruso, por lo que Hesse tenía doble nacionalidad. Su madre, Marie Gundert, de sangre alemana y francosuiza, había nacido en India durante una misión cristiana.
“Mi familia estaba compuesta por diferentes nacionalidades; a esto se sumó la experiencia de vivir entre dos tipos de gente, en dos países con distintos dialectos”, escribió Hesse.
Esta educación provocó que años más tarde el escritor se sintiera incómodo ante el sentimiento nacionalista de Alemania durante la ascensión de los nazis. Su abuelo materno, Hermann Gundert, estudioso de India, tuvo una fuerte influencia sobre Hesse durante su niñez y marcó el inicio de una relación duradera entre el escritor y el país asiático; Gundert pasó casi 20 años como misionero antes de volver a Alemania para trabajar en una editorial especializada en textos teológicos, a la que luego se integró su yerno Johannes.
Hesse dominaba el inglés, el francés, el alemán, el italiano y el bengalí. Su casa, como recordaría en sus memorias, era sitio de reunión para académicos, teólogos, entre otros visitantes llegados de Oriente.
Tuvo una fuerte educación teológica; asistió al seminario en el monasterio de Maulbronn. En un perfil autobiográfico se describió a sí mismo como un joven difícil de manejar, que no encajaba en una educación que rechazaba el individualismo. Este periodo terminó de manera abrupta cuando el joven huyó de Maulbronn, tras lo cual empezó a sufrir episodios de insomnio y fuertes dolores de cabeza, por lo que sus padres lo enviaron con un pastor amigo de la familia, Christoph Blumhardt, en busca de una cura. A las dos semanas de su llegada intentó suicidarse, lo que llevó a Blumhardt a recomendar que lo internaran en un hospital psiquiátrico.
Tras varios meses de reclusión el diagnóstico de los médicos fue concluyente: el joven sufría melancolía. Salió del sanatorio con una notoria mejoría en su aspecto externo pero no en su interior, donde albergaba un fuerte rencor contra su padre por haberlo internado. Hesse, de apenas 15 años, empezaba a rebelarse contra la autoridad, representada por su padre, y la religión.

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Vocación de escritor
Después de abandonar la educación escolarizada, volvió a su casa y se enfocó en labores de jardinería, ayudaba a su padre en la editorial y leía los textos de la biblioteca de su abuelo. Por esos días empezó a trabajar en una librería especializada en teología y filosofía; era 1895 y su carrera literaria estaba por empezar.
El joven devoraba los libros de autores alemanes como Goethe, Nietzsche, Schiller y G. E. Lessing. Además era ávido lector de mitología griega y budismo, al tiempo que empezaba una búsqueda por la espiritualidad, que se prolongaría a lo largo de su vida.
Había deseado ser poeta desde los doce años, pero fue hasta una década después que publicó su primer volumen de poesía, el cual pasó desapercibido por el público, igual que una posterior colección de cuentos. Los dos volúmenes fracasaron en ventas y tampoco ayudaron a la relación de Hermann Hesse con su familia, pues su madre consideró su poemario como un libro “levemente inmoral”. Fue precisamente a su madre a quien Hesse dedicó su segundo libro de poemas, aunque ella ya no pudo verlo debido a que al poco tiempo murió después de una larga enfermedad.
Pese a las pocas ventas, Hesse no se rindió. Mantuvo relaciones con el círculo intelectual de la ciudad, aunque su vida era solitaria, más bien dedicada a la creación artística.
El éxito le llegó en 1904, cuando tenía 27 años, con la publicación de Peter Camenzind, novela que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, mencionaba entre sus favoritas. Ese mismo año contrajo matrimonio con Maria Bernoulli y retomó una de sus grandes pasiones, el budismo, que había abandonado tras sus primeras depresiones, y que recuperaba tras el estudio de los textos de Arthur Schopenhauer.
Gracias a las regalías por las ventas de su novela, Hesse renunció a la librería y se dedicó por completo a la escritura. La pareja se mudó al campo, a una villa en la región alemana de Gaienhofen, donde tuvo tres hijos.

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La Primera Guerra
Hesse viajaba mucho al extranjero, mientras en casa la vida matrimonial no marchaba bien. La pareja emigró a Suiza en 1912; dos años después estalló la Primera Guerra Mundial. Hizo pública su postura antibélica, lo que le ganó la antipatía de los alemanes nacionalistas y años más tarde lo enfrentó con el régimen nazi, siendo considerado un escritor prohibido en su propio país. No fue sino hasta la caída del régimen encabezado por Hitler que los libros de Hesse pudieron volver a circular libremente en Alemania.
A la tensión provocada por la guerra se sumaron una fuerte enfermedad de su hijo, los problemas matrimoniales y la muerte de su padre en 1916, lo que provocó una fuerte depresión en Hesse, quien abandonó varias de sus tareas y recurrió al psicoanálisis con el doctor Josef Bernhard Lang, un alumno de Carl Jung. Producto de esta terapia Hesse volvió a escribir y publicó Demian, una de sus novelas más conocidas, que fue bien recibida por una nueva generación de lectores, compuesta principalmente por los jóvenes que volvían a sus hogares después de la guerra.
En 1911 Hesse volvió a visitar India y en 1919, mientras su matrimonio se desintegraba, empezó a escribir Siddharta, publicada en 1922, fruto de una relación de 20 años con las culturas orientales que inició años atrás en casa de su abuelo.
Las diferencias ideológicas con su país llevaron a Hermann Hesse, en 1923, a renunciar a la nacionalidad alemana y adquirir la ciudadanía suiza. Esta distancia se hizo más grande con la llegada del nazismo y el posterior conflicto bélico. Aunque nunca criticó directamente al régimen, fue clara su antipatía hacia éste.
Con el paso de los años su salud empeoró y el escritor pasó largos periodos en una clínica fuera de la ciudad, donde se dedicaba a pintar, otra de sus grandes pasiones; a escribir y a meditar sobre los problemas de la civilización moderna, tema que exploró en su novela El lobo estepario (1927).
A comienzos de 1962 le fue diagnosticada leucemia. Murió mientras dormía el 9 de agosto al sufrir un derrame cerebral. Sus escritos sobre la tribulación de las almas y los sueños de los individuos alcanzarían durante los años posteriores una fama que ni él mismo esperó.


