Antes escenario de la Guerra de las Malvinas, Georgia del Sur ahora deslumbra por su fauna antártica

Fotografía de Paul Nicklen
Los pingüinos rey atestan las orillas de un río alimentado por agua de glaciar, en la bahía de San Andrés. Con 450.000 parejas en la isla, Georgia del Sur es un bastión de esta especie.

Fotografía de Paul Nicklen
El lobo marino antártico pasa el invierno en el mar y sube a la costa en verano para aparearse. La caza había reducido peligrosamente su número, pero actualmente la especie suma millones de ejemplares, el 95 % de los cuales recala en las playas de Georgia del Sur para reproducirse.

Fotografía de Paul Nicklen
Planeando con sus dos metros de envergadura alar, una pareja de albatros tiznados sobrevuela los acantilados de Gold Harbour, donde anidan estas aves. Casi un tercio de la población mundial de esta especie nidifica en Georgia del Sur.

Fotografía de Paul Nicklen
Un escuadrón de pingüinos juanito surca las aguas del fiordo Drygalski. A diferencia de los pingüinos verdaderamente antárticos, el juanito prefiere climas más templados. A medida que los océanos se calientan, esta especie prospera y extiende hacia el sur su área de distribución.

Fotografía de Paul Nicklen
Descansando en el lecho de un río alimentado por un glaciar, los elefantes marinos del Sur parecen apacibles.

Fotografía de Paul Nicklen
El krill, alimento principal del pingüino y base de toda la cadena alimentaria antártica, depende del fitoplancton que prolifera en la cara inferior del hielo marino. En los últimos años la banquisa ha retrocedido en las aguas del oeste de la península Antártica, lugar de procedencia del krill de Georgia del Sur.

Fotografía de Paul Nicklen
Sumamente ágil para su tamaño (llega hasta los 4,50 metros de largo y puede pesar más de 450 kilos de peso), la foca leopardo es un depredador formidable, cuya boca a menudo está manchada de sangre de pingüinos y de otras focas.

Fotografía de Paul Nicklen
Otro elefante marino del Sur está refrescándose bajo una paletada de arena. El fotógrafo Paul Nicklen fue atacado mientras buceaba cerca de una colonia de cría. "Uno intentó aplastarme", dice, refiriéndose a un macho de cuatro toneladas.

Fotografía de Paul Nicklen
Un albatros tiznado contempla la bahía Gold Harbour. Los individuos de esta especie pueden vivir más de 40 años, por lo que esta ave ha podido ser testigo de un cambio en el paisaje. En 1985 un glaciar cubría la orilla; desde entonces, el hielo ha retrocedido unos 800 metros.

Fotografía de Paul Nicklen
Un pingüino rey adulto busca a su polluelo entre una multitud de crías.

Fotografía de Paul Nicklen
Pingüinos juanito y pingüinos barbijos contemplan una flotilla de pequeños icebergs en la bahía Cooper, en la parte meridional de Georgia del Sur. En 2004 un brote de cólera aviar diezmó la población de barbijos.

Fotografía de Paul Nicklen
Con alas que pueden alcanzar más de tres metros y medio de envergadura, el albatros viajero pasa la mayor parte de su vida en el mar y sólo vuelve a tierra para el cortejo y la reproducción.

Fotografía de Paul Nicklen
Ágiles y ligeros, los lobos marinos antárticos se impulsan en el agua con las potentes aletas frontales, y utilizan las caudales, más pequeñas, como timones.

Fotografía de Paul Nicklen
Un iceberg moteado de pingüinos flota majestuoso junto a las costas de Georgia del Sur. Este remoto territorio británico situado en el lejano Atlántico Sur es un refugio para millones de aves y mamíferos marinos.

Fotografía de Paul Nicklen
Un macho de elefante marino emerge de las olas en la bahía Fortuna. Durante la temporada de cría los machos se enzarzan en sangrientas luchas por el predominio y convierten las playas de Georgia del Sur en campos de batalla.

Fotografía de Paul Nicklen
El viejo Petrel sigue anclado en la abandonada estación ballenera de Grytviken. Barcos pesqueros como éste llevaron al borde de la extinción a algunas especies de ballena y casi exterminaron a la azul. En la década de 1960 ya casi no había nada que cazar.

Fotografía de Paul Nicklen
Unos petreles gigantes patrullan la playa, abarrotada de pingüinos reales y elefantes marinos, de la bahía Saint Andrews. Durante la época de cría, Georgia del Sur alberga la población más densa de mamíferos marinos del planeta.