Con rituales funerarios a distancia, la pandemia modificó cómo vivimos el duelo, la pérdida y la muerte. Éstas son las consecuencias.
Desde que comenzó la crisis sanitaria por COVID-19, en México se han registrado más de 308 mil muertes a causa del virus. Los velatorios del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) han albergado a algunas de estas familias de deudos, ya que se ofrece el servicio para quienes están afiliados al seguro social. En el vaivén de familias, seres queridos y sepultureros, el concesionario de la cafetería del lugar —quien, por fines discrecionales, pidió ocultar su nombre— entendió lo siguiente: la pandemia ha cambiado cómo vivimos el duelo.
La pena no cambia

Los velatorios de San Fernando, como se les conoce coloquialmente en el gremio, se ubican en Tlalpan, al sur de la Ciudad de México. Además de ofrecer un espacio para que los trabajadores del Estado velen a sus difuntos, se ofrecen servicios de cremación, embalsamamiento, traslados y urnas. Y claro, hay una cafetería que da servicio a cada una de las capillas fúnebres.
Atendiendo el negocio, el concesionario asegura que la pandemia modificó cómo se celebran estos ritos de despedida:
“Lo que yo he visto es que ahora hay las restricciones que antes no había para que la gente se reúna en tiempos de contagio. […] De ser eventos multitudinarios cambiaron a ser ritos con menos asistencias y con más precaución”, explica. “Por lo demás, la pena no cambia“.

En México, la crisis sanitaria se reguló —a nivel político, económico y social— por medio del ‘semáforo epidemiológico‘. Por medio de un código de color como el de los semáforos en la calle, el Estado determinaba qué tan seguro era salir a convivir con otras personas y desarrollar actividades de manera ‘normal’. Más que nada, para mitigar los estragos de la pandemia.
Si bien es cierto que los contagios tenían que contenerse, la actividad económica también tenía que regularizarse. Entre las actividades sociales más gravemente impáctalas está, sin duda, la vivencia colectiva del duelo, que la pandemia limitó algunas veces a reuniones por Zoom. Éstas han sido las consecuencias.
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Acompañamiento a distancia

“Mi amigo era hindú, y mientras veía su funeral en Zoom, fui testigo de las transformaciones significativas que se tuvieron que hacer en los rituales tradicionales para adaptarse a las pautas de seguridad de COVID-19“.
Naturalmente, Mikles no fue la única persona en el planeta que tuvo que lidiar con la muerte de un ser querido de esta manera. Cadenas de oración, misas y otros rituales funerarios tuvieron que solventarse de esta manera. Para contrarrestar las medidas estrictas de sanidad, el acompañamiento debió de realizarse a distancia.
En otros casos, según la investigación que condujo para la Universidad de Texas, los ritos funerarios tuvieron que llevarse a cabo en estacionamientos. En comunidades más marginales, se transmitieron por la frecuencia de radio local. “Estas adaptaciones reflejan una larga historia de transformaciones en los ritos funerarios americanos”, explica Mikles.
Sin embargo, esto no quiere decir que los funerales, la pena y el duelo se hayan modificado para siempre por la pandemia.
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¿Un cambio social definitivo?

Una de las preocupaciones de
“La cultura sigue siendo la cultura“, enfatiza el concesionario de la cafetería en los velatorios del ISSSTE. Mientras atiende el negocio, sigue viendo mariachis en los eventos funerarios, así como el acompañamiento de personas cercanas (o no tanto) para los deudos.
“En lo personal, siento que se pierde mucho. Una oración nunca es lo mismo estando todos reunidos, que haciéndolo a través de una pantalla”, explica sobre su propia experiencia en una misa virtual.
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Aunque es una realidad, como apunta Mikles, que la presencia del Internet ha cambiado los ritos funerarios, los procesos de duelo durante la pandemia siguen siendo parecidos a como eran antes. Perder a un ser querido a causa de COVID-19, desde este punto de vista, puede considerarse como un acontecimiento histórico. No sólo la muerte a causa del virus en sí misma, sino todo lo que viene después del fallecimiento.
Las invitaciones virtuales, las conferencias en línea que se convierten en misas, los rezos a distancia. Aunque nos dejen con un sentimiento de que algo falta, cumplen con la misma función que los ritos funerarios presenciales: honrar a la persona que evolucionó, y por supuesto, al duelo que se decanta de su partida. “Es esta reutilización de las cosas ordinarias lo que hace que los rituales sean tan efectivos”, concluye Mikles.
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