En su pequeño taller de Bateau-Lavoir en París, el joven Pablo Picasso sufría una severa crisis creativa. Tenía sólo 25 años y, aunque ya era medianamente famoso en el círculo de medianamente famoso en el círculo de pintores parisinos, no había tomado el pincel desde hacía varios meses.
Sólo se dedicaba a dibujar bocetos, inspirado en los burdeles que tanto visitó en el bohemio barrio de Montmartre, pero sobre todo de la calle Avinyó, en Barcelona, sitio reconocido por sus prostíbulos.
Tras realizar más de 800 bocetos y distintas composiciones, en junio de 1907 comenzó a pintar la que creyó sería una de sus obras más importantes; el cuidado y esmero en estos primeros estudios, así como la forma en que preparó el lienzo, lo denotan.
También: EL BESO MÁS FAMOSO DE LA FOTOGRAFÍA ¿FUE UN MONTAJE?
A diferencia de sus pinturas previas, sus trazos se volvieron más angulosos. Despojó de emociones a las modelos y las convirtió en simples objetos, algo hasta entonces nunca visto en el arte.
Tomó su inspiración de las fuentes más diversas, entre ellas máscaras tribales que vio en una exposición sobre Oceanía montada por aquella época en París, y pacientes de sífilis en estado terminal, a los que fue a visitar a hospitales. Según algunos historiadores, los rostros de los objetos tribales y la visión del estado demacrado de los enfermos le sirvieron para pintar las extrañas facciones y formas de sus ‘señoritas’.
Luego de un mes de arduo trabajo, mostró su cuadro a sus amigos: el impacto fue abrumador.
Algunos vieron la grandeza de la obra, pero la mayoría creyó que se trataba de una broma de mal gusto; la imagen de las cinco mujeres desnudas carentes de emoción les pareció a todos desconcertante.
Ante las críticas, Picasso prefirió guardar su enorme lienzo y llevarlo con él de una vivienda a otra durante más de una década. En 1916 se atrevió a mostrarlo de nuevo durante una exposición.
El título aprobado por el artista fue El burdel de Avinyó, pero al final los organizadores de la muestra decidieron cambiarlo en un intento por ocultar que las ‘damas’ en realidad eran prostitutas. También confundieron el nombre del lugar: en vez de referirse a la calle Avinyó, en Barcelona, utilizaron el de la región francesa Aviñón, error que ha perdurado.
También lee:NUEVA INTELIGENCIA ARTIFICIAL AUTENTIFICA OBRAS DE ARTE
Tras su breve exhibición, el cuadro regresó a la bodega. En 1924 el coleccionista y diseñador de modas francés Jacques Doucet convenció a Picasso –ya en la cumbre de su carrera– de vendérselo por 25,000 francos. El bajo precio se debió a que Doucet había prometido donarlo al Museo del Louvre al morir.

Mientras tanto, exhibió la pintura en distintas partes del mundo, donde desencadenó todo tipo de opiniones. Ante las ‘señoritas’, la primera exponente de la corriente cubista, nadie podía quedar indiferente. En 1937 cruzó el océano y llegó a Estados Unidos, donde la compró el Museo de Arte Moderno de Nueva York por 25,000 dólares. Las controvertidas damas todavía se exponen en sus instalaciones.
Picasso: un creador incansable
Un niño que nunca dibujó como un niño. El español Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) explicó así en una ocasión cómo fueron sus inicios como pintor, negando a pesar de todo que eso indicara genialidad. “Mis primeros dibujos nunca se han mostrado en una exposición de dibujos infantiles. Me faltaba la torpeza de un niño, su ingenuidad. He hecho dibujos académicos a la edad de 7 años, con una precisión de la que me asusto”, declaraba.
Su precocidad debe achacarse a las enseñanzas de su padre, profesor de Bellas Artes por diversas ciudades de España tras ser cesado como conser- vador del Museo de Málaga, lo que obligó a la familia a emigrar y convertirse en el artista que todos conocemos.
Texto publicado en revista Muy Interesante México.
También lee: ISABEL DE ESTE, LA GRAN COLECCIONISTA

