Ésta es la historia de Leopold y Loeb, quienes en el Chicago de la década de 1920 secuestraron y mataron a un niño de 14 años de edad.
Nathan Leopold y Richard Loeb tenían la vida arreglada. Ambos provenían de familias adineradas del Chicago de la década de 1920. Leopold poseía una inteligencia por encima del promedio y estaba fascinado por el concepto del superhombre del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. A Loeb le fascinaban las historias de crímenes y detectives, y creía que se podía cometer el crimen perfecto.
Juntos se vieron envueltos en uno de los casos criminales más polémicos en la historia de los Estados Unidos. Ésta es la historia de Leopold y Loeb, los niños millonarios que quisieron demostrar su superioridad tomando como víctima a un niño de 14 años de edad.
La desaparición de Bobby Franks
El 21 de mayo de 1924, el jovencito Bobby Franks no volvió a casa después de clases. En un arranque de desesperación, su padre, Jacob Franks, salió a buscarlo por los alrededores del barrio residencial de Kenwood, en la ciudad de Chicago.
Cuando regresó a casa, su esposa le notificó acerca de una llamada telefónica recibida en la cual le dijeron:
“Su hijo ha sido secuestrado. Se encuentra bien. Tendrá más noticias por la mañana”.
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A las 9 de la mañana del día siguiente, el matrimonio recibió una carta escrita a máquina. En ella le notificaba que se debía pagar un rescate de 10 mil dólares por Bobby Franks. Venían instrucciones muy precisas sobre cómo se debía de entregar el dinero. También se indicaba que el niño sería puesto en libertad seis horas después de que se hubiera pagado el rescate.
Por la noche, la policía contactó al matrimonio Franks para decirle que un trabajador del tren había encontrado el cadáver de un muchacho en un canal de desagüe en una de las orillas del lago Wolf, cerca de la vía del tren. Edwin Greshman, cuñado de Jacob Franks, acudió a reconocer el cuerpo.
Al mismo tiempo, a las tres de la tarde, el teléfono sonó. Jacob Franks atendió y la voz del otro lado de la línea se presentó como “Johnson”, el secuestrador. Le dijo que un taxi le iría a recoger a su casa para llevarlo a una farmacia donde se entregaría el dinero. Sin embargo, antes de Franks saliera, su cuñado le notificó por teléfono que el cuerpo encontrado era el de su sobrino Bobby.
Movilización sin precedentes
El hecho estremeció a la ciudad de Chicago. Con rapidez se puso en marcha un operativo para encontrar al o los asesinos de Bobby Franks. Un joven estudiante de 18 años, Richard Loeb, se ofreció a ayudar a un grupo de periodistas en sus investigaciones. Loeb guardaba todo lo referente al caso de Bobby Franks.
Una de las primeras pistas halladas fue una máquina de escribir a orillas de un estanque, probablemente la misma con la que se escribió la carta para los Franks. La segunda pista resultó muy reveladora: unos lentes de pasta que más tarde se identificaron como pertenecientes a Nathan Leopold Jr.
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Este personaje tenía 19 años y era uno de los hijos de un millonario muy conocido de Chicago. Leopold se distinguía por su gran inteligencia. Era licenciado en filosofía por la Universidad de Chicago y en aquel momento estudiaba Derecho en la Escuela de Leyes de esa misma ciudad. Una de sus grandes obsesiones era la obra del filósofo alemán Friedrich Nietzsche y su concepto del superhombre.
El hallazgo de sus lentes hizo que la policía lo detuviera y el 29 de mayo lo llevaron al hotel La Salle para prestar declaración ante el fiscal del Estado, Robert Crowe. En el interrogatorio admitió que usaba unos lentes similares a los que la policía encontró. En todo momento se mostró tranquilo y confiado.
Leopold daba clases de ornitología (estudio de las aves) y a menudo iba con sus alumnos al lugar donde encontraron sus lentes. Le dijo a la policía que seguramente se encontraban en la bata que usaba durante sus clases. Al no encontrarlas cambió su versión y dijo que seguramente se le habían caído durante sus clases sin darse cuenta.
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Avanza la investigación
La policía comenzó a sospechar de Leopold, por ello es que insistió en seguirlo interrogando. En estas conversaciones salió el nombre de un amigo suyo: Richard Loeb, hijo del ya retirado vicepresidente de Sears, Roebuck and Co. Loeb era licenciado por la Universidad de Michigan. Nada le faltaba: la secretaria de su padre tenía instrucciones de entregarle dinero cada vez que el joven lo requiriera.
Según Leopold, ambos salieron con unas amigas el 21 de mayo en su coche y estuvieron con ellas en Lincoln Park. Pero esta coartada se desmoronó cuando el chofer de los Leopold testificó y dijo que el único día en que el joven Nathan no usó su coche fue precisamente el 21 de mayo, día de la desaparición de Bobby Franks.
Lo que Leopold no sabía es que a poca distancia de allí, Richard Loeb estaba siendo entrevistado por la policía. Y además acababa de confesar que ambos eran culpables del secuestro y asesinato del muchacho.

Criminales sin causa
Ambos conformaron una de las parejas de asesinos más absurdas de todos los tiempos. Nathan Leopold nació en Chicago el 19 de noviembre de 1904. Richard Loeb nació el 11 de junio de 1905 en la misma ciudad.
Desde temprana edad gozaron de todas las comodidades que muchos seres humanos aspiran poseer: tenían dinero ilimitado, vacaciones en los mejores destinos, un ambiente familiar donde les mimaban, educación en las mejores escuelas y más. Eran conocidos por ser alumnos brillantes con un futuro exitoso por delante.
Sin embargo, desde que se conocieron se dieron cuenta de que les interesaba lo mismo: la emoción del peligro y lo prohibido. Se asociaron en 1921 y pronto comenzaron a cometer actos criminales como robos en tiendas y de autos. Loeb disfrutaba de hacer llamadas obscenas a conocidos y desconocidos.
Más tarde hicieron de los incendios una de sus actividades favoritas, junto con el allanamiento de morada. Durante los interrogatorios, ambos coincidieron en que el papel de sus nanas en la niñez fue determinante para desarrollar una personalidad torcida.
En el caso de Leopold, su niñera Mathilda Wantz, le había llenado la cabeza de ideas sobre la esclavitud, el masoquismo y el bien y el mal. En el caso de Loeb, se crio con una joven proveniente de Canadá que utilizaba severos métodos de educación con él.
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La confesión sobre el crimen
Fue en 1924 cuando ambos comenzaron a planear el crimen. Su deseo era demostrar que poseían una inteligencia superior al resto y lo querían demostrar al mundo. Loeb era el más obsesionado con dicha idea. Durante los interrogatorios, no faltaron los momentos en que se acusaban mutuamente de que uno había ejercido mayor influencia sobre el otro.
Eligieron a Bobby Fanks porque le conocían y porque sabían que su familia tenía los recursos para pagar el rescate solicitado.
Pese a que en todo momento contaron con el apoyo de sus dineradas familias, ambos fueron condenados a pasar el resto de sus vidas en prisión. Primero estuvieron en Joliet y más tarde se les trasladó a Stateville, donde ayudaron a crear un sistema educativo para los presos.
El final de Leopold y Loeb fue muy distinto: Nathan escribió una novela de misterio y sus memorias. Salió bajo bajo libertad condicional en 1958 y creó una fundación para ayudar a antiguos convictos con lo que ganó de su autobiografía. Vivió en Puerto Rico donde se casó e impartió clases a nivel universitario. Murió en 1971.
A Richard Loeb lo mató otro reo a navajazos sin la mínima intención de cometer el crimen perfecto.
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