La experiencia de amar a alguien que no te corresponde puede ser sublime. En contra de todo pronóstico, ésta es la razón.
La soledad es dura. Más aún cuando dejamos que una única persona sea la solución a nuestra falta de compañía. La situación se complica todavía más cuando resulta que, en contra de todo pronóstico, se desarrollan sentimientos por ella. Y sorpresa: terminas por amar a alguien que no te corresponde.
Ni el ánimo de las amistades cercanas, ni el apoyo de nuestro círculo más íntimo es suficiente para apaciguar la angustia. A veces, el dolor se hace tan grande, que parece que no existe alternativa más que amar a esa persona deseamos con tanta intensidad. Aunque parezca justo lo contrario, no todo está perdido. Ésta es la razón.
Más sobre amor contemporáneo: Las drogas para enamorarte serán cada vez más comunes (y esa no es una buena noticia)
Padecer el desinterés

Es cierto, los seres humanos somos animales gregarios. Lo que es más: biológicamente, desarrollamos un sistema reproductivo que nos impulsa a perpetuar nuestra especie. Por eso, el sexo, el amor y las relaciones con otras personas desencadenan reacciones hormonales que nos hacen sentir bien. Este placer, sin embargo, puede ser desbancado por la desesperanza muy fácilmente —en especial, cuando no hay interés de la otra parte.
Como becaria de posgrado del Consejo de Investigación de Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá, Alexandra Gustafson sabe que el fenómeno del enamoramiento está influido por las normas sociales. Específicamente, por el amor romántico. Aunque podría parecer una maravilla, puede ser la raíz de la angustia que sentimos al no ser correspondidos.
Te sugerimos: Cómo tener sexo para disfrutar una vida más larga, según la medicina tradicional japonesa
El problema del amor romántico

Se entiende por ‘amor romántico‘ a esa concepción del siglo XIX en el que la persona enamorada tiene que luchar por conseguir a su pareja. En esta concepción, un hombre joven se desvive por tener el amor de una mujer virgen. A toda costa —e incluso a pesar de sí mismo—, tiene que vencer obstáculos para ganarse el amor de alguien más para siempre.
Y lo que es peor: debe de ser incondicional.
Por toda la energía invertida en este fin último, amar a alguien que no te corresponde puede ser, literalmente, catastrófico. Es por ello, explica la experta, que generamos un deseo profundo por que la otra persona —que consideradnos perfecta, inalcanzable—, comparta el sentimiento:
“Cuando estamos enamorados, por lo general tenemos un profundo deseo de que nuestro amado nos ame también”, escribe Gustafson para Psyche. “Si no lo hacen, nos puede doler mucho. Es muy probable que lleguemos a desear no haberlos amado, que podamos dejar de amarlos, o incluso que nunca los hayamos amado en absoluto”.
Con todo lo anterior, padecer el desinterés de una persona que amamos es doloroso. Más aún con esta máxima social, en la que el amor debe de ser correspondido para ser exitoso. Sin embargo, no es tan fácil escapar al sentimiento. Mucho menos, cuando lleva una historia detrás, o se entreteje con la realidad de todos los días. “¿Por qué no?”, se cuestiona la autora. “Porque el hecho de que sería mejor dejar de amar no es suficiente para que dejemos de amar“.
Más sobre relaciones humanas: Por qué se nos quita el hambre al estar enamorados
Más allá de la prudencia

Más allá de la prudencia, amar a alguien que no te corresponde puede ser una experiencia fértil para la persona des-amada. Todo depende, según Gustafson, de “si cambias tu actitud hacia ella”. Si bien es cierto que el peso del amor romántico puede aplastar a quien se enamora, la experiencia del desamor puede ser ‘sublime’, según la describe la autora:
“Que el amor no sea racional, y que seamos capaces de él, es algo de lo que regocijarse. Aunque seamos criaturas pequeñas y temblorosas, somos capaces de un amor racional e incondicional, que es lo más cerca que podemos llegar al infinito o al mundo eterno”.
Según Gustafson, lo que nos genera dolor al amar a alguien que no nos corresponde son las razones —muy buenas, a veces— que tenemos para que esa persona comparta el sentimiento. O lo que es más: los argumentos que nos generamos a nivel racional para justificar nuestro propia experiencia. El problema, como lo señala la autora, es que el amor no es racional.
Como tal, no deberíamos de armar un andamiaje complejísimo de razones por las cuales nuestro amor ‘está bien’. Así como el amor no es racional, también está más allá del bien, del mal y de cualquier prudencia humana. Si se entiende esto, y vivimos el sentimiento en toda su intensidad, tal vez también nos resulte más sencillo dejarlo ir.
Sigue leyendo:
“La pandemia silenciosa”: qué hacer si vives con una pareja que padece depresión
Por qué guardar secretos daña tu cerebro y salud mental

