La selva del Amazonas alberga más de la mitad de los pueblos indígenas no contactados del mundo. Hoy enfrentan grupos mineros y madereros que los arrojan al borde de la extinción.
Rieli Franciscato murió en el hospital el 9 de septiembre de 2020, horas después de que recibiera un flechazo en el pecho de un integrante de un pueblo indígena cuya forma de vida y organización al exterior sigue siendo un misterio, de ahí que únicamente sea conocido como “grupo aislado del río Cautario”.
A sus 56 años, Franciscato era conocido como el mayor defensor de los derechos de los pueblos indígenas en Brasil. El día de su muerte, Rieli se había internado al borde de la reserva indígena Uru-eu-wau-wau, hogar de aproximadamente cinco pueblos indígenas no contactados.
El experto en asuntos indígenas acudió al lugar para monitorear la situación después de recibir decenas de reportes de que miembros de estas tribus habían sido vistos cerca del pueblo de Seringueiras, una señal inequívoca de la destrucción de su territorio a manos de grupos ganaderos y madereros del Amazonas.
Tanto las autoridades locales como los expertos en conservación coinciden en que la muerte de Rieli Franciscato fue un fatídico accidente: la respuesta del “grupo aislado del río Cautario” cuando vio a un extraño internarse a su territorio fue normal, especialmente si se considera la alta probabilidad de que sus contactos previos con el mundo exterior estuvieron cargados de hostilidad.
Frontera Amazónica de los no contactados: el hogar de la mayoría de pueblos aislados
El “grupo aislado del río Cautario” es sólo uno de los más de cien pueblos indígenas no contactados que sobreviven en nuestros días alrededor del globo.
No obstante, más de la mitad de ellos viven en una región que se extiende por la selva más grande del mundo en los límites de Perú, Bolivia y Brasil, llamada ‘Frontera Amazónica de los no contactados’.

En esa zona mantienen su cultura, tradiciones y estilo de vida desde hace siglos.
Según Survival International, organización global por los derechos de los pueblos indígenas, “es muy poco lo que sabemos de ellos, pero sí sabemos que rechazan el contacto a menudo como resultado de la terrible violencia y las enfermedades que trajeron consigo los foráneos.
En las raras ocasiones en las que son avistados o se produce un encuentro dejan claro que quieren que se les deje solos. A veces reaccionan de forma agresiva, como forma de defender su territorio, o dejan señales en la selva para advertir a los foráneos que se mantengan alejados”.
La depredación del Amazonas y el riesgo de extinción
Y aunque la legislación brasileña protege a los pueblos indígenas, así como su territorio y el derecho de mantenerse aislados en la Amazonia, el entramado político actual amenaza a estos grupos, colocándolos al borde de la extinción.
Durante la administración de Jair Bolsonaro, la presencia de grupos ganaderos y madereros con vía libre para depredar la selva del Amazonas ha provocado conflictos cada vez más agudos por el territorio indígena.
Los grandes grupos agricultores, madereros y mineros dieron un espaldarazo decisivo a la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, después de que el entonces candidato prometiera ‘desarrollar’ la selva Amazónica y darle acceso a estas actividades económicas a áreas previamente protegidas.
El beneficio económico se une con un peligroso discurso de ‘desarrollo’ y ‘civilización’, que concibe erróneamente a los pueblos indígenas no contactados como grupos atrasados, civilizaciones que no pertenecen a la realidad actual y que por lo tanto, deberían ser contactados contra su voluntad.
“Los pueblos indígenas aislados no son ni atrasados ni reliquias primitivas de un pasado lejano. Son nuestros contemporáneos y una parte vital de la diversidad humana”: Survival
Además de la depredación del Amazonas, el contacto forzado pone en una situación de vulnerabilidad a los pueblos indígenas no contactados: lejos de las enfermedades y las vacunas desarrolladas en el mundo exterior, son especialmente vulnerables a los virus presentes en nuestra sociedad.
De ahí que respetar su voluntad de mantenerse sin contacto alguno sea esencial para mantener la diversidad humana. Además, los pueblos indígenas no contactados que comparten la Frontera Amazónica son guardianes centenarios de la selva con mayor biodiversidad de todo el planeta.
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