Con motivo de la llegada de marzo, armamos una guía básica para entender qué es el micromachismo y por qué es un tipo de violencia de género.
Comentarios que rayan en lo inapropiado. Explicar ‘en palabras más sencillas‘ procesos automotrices, las reglas de los deportes o cualquier actividad tradicionalmente masculina a las mujeres. Gritar piropos a las mujeres en la calle. Dar por hecho el trabajo en casa que hacen las integrantes femeninas, porque eso es lo que tienen que hacer. Pensar que ‘al final, las machistas son las mujeres’. Todas estas actitudes —generalmente provenientes de los hombres cisgénero hacia las mujeres— son micromachismos.
Armamos una guía fácil para explicar, en el marco de las conmemoraciones del Día Internacional de la Mujer, qué es el micromachismo, por qué es un tipo de violencia de género y qué hacer para evitarlos.
¿Qué es el micromachismo?

El micromachismo es una actitud denigrante, violenta y patriarcal frente a las mujeres que pasan desapercibida porque está normalizada. Esto quiere decir que son agresiones dirigidas específicamente a ellas, que las limitan, controlan o hacen sentir menos por el simple hecho de ser mujeres.
Así lo define Movimiento Por la Paz, una organización de la sociedad civil con presencia en 36 países diferentes:
“[Micromachismo se refiere] a las sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía femenina”.
Aunque muchas veces ni siquiera se hacen con la intención de dañar a la otra persona, los varones imponen sus propias razones a las mujeres, incluso a pesar de sus propios deseos e intereses. El problema es que es tan común, que ya ni siquiera nos damos cuenta de ello.
Los comentarios, restricciones y demás actitudes nocivas se insertan de una manera tan sutil en la vida cotidiana, que aceptamos estas actitudes como ‘normales’. Aún así, son “violentos, abusadores o especialmente controladores o machistas“, aclara la organización.
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¿Qué tipos de micromachismos existen?

El término ‘micromachismo’ fue acuñado —¡oh, sorpresa!— por un hombre. Originalmente, en la década de los 90, por el sociólogo Luis Bonino. En ese tiempo, el experto consideraba que estas actitudes manifiestan la creencia social de “que el hombre y la mujer nacen con objetivos y ambiciones diferentes en la vida”, según documenta El País. Por ello, podrían pasar por ‘débiles’ o ‘imperceptibles’.
El autor dividía al micromachismo en cuatro categorías fundamentales:
- Micromachismos utilitarios: se refieren a todas las agresiones que asignan roles sociales específicos a la mujer, relativos al cuidado del hogar, al servicio de los hombres o a la crianza de la descendencia.
- Micromachismos encubiertos o indirectos: tienen que ver con el abuso de la credibilidad femenina en favor de un hombre. Es decir, creerle más a un varón por el simple hecho de ser hombre que a una mujer.
- Micromachismos de crisis: cuando una mujer tiene más poder que su pareja o los hombres en su entorno, los varones la chantajean o la hacen sentir culpable por ello, dándole falso apoyo y demeritando sus logros.
- Micromachismos coercitivos: utilizan la fuerza física, económica o política para cuadrar a las mujeres en el sistema patriarcal.
A pesar de que Bonino dedicó años a su propuesta teórica, en la actualidad, las sociólogas desacreditan su trabajo por ser parcial, o no entender la totalidad de la problemática desde su raíz. Ésta es la razón.
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¿Todavía es aceptable el término ‘micromachismo’?

Las feministas en la actualidad cancelan el término ‘micromachismo’, ya que da a entender que las agresiones son ‘pequeñas’, o peor aún, ‘inofensivas‘. El hecho es que sí lastiman a las mujeres, mermando su capacidad política, sus propias necesidades y su derecho de réplica.
“No me gusta el concepto micromachismos, porque hacemos creer que son inofensivos”, explica a la BBC la activista y columnista colombiana Catalina Ruiz-Navarro. “Con ello decimos sí fue, pero fue micro“.
Para algunas personas más añosas, estas distinciones caen inmediatamente en el campo de la exageración. Sin embargo, tener una reacción así arroja luz sobre qué tan precisa es esta terminología. Pensar que este tipo de violencia es ‘exagerada’ muestra cómo las personas piensan todavía que es permisible que las mujeres sean madres por obligación, o se ocupen de las tareas domésticas porque ésa es su función social.
Así como los tiempos cambian, los discursos y funciones sociales también lo hacen. Pensar en “las feministas” como un cúmulo anónimo de mujeres revoltosas que sólo queman emblemas públicos por el gusto de hacerlo cae en la franca ignorancia insensible hacia el dolor de las demás.
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