Muchos años antes del nacimiento de Robert Capa existió Endre Friedmann. Nacido en Budapest, capital de Hungría, como miembro de una familia judía aristócrata, su vida cambió de golpe cuando siendo adolescente participó en las protestas contra la dictadura de su país. Fue capturado y golpeado por la policía, por lo que su familia decidió enviarlo fuera del país. Por Francisco Herrera Coca
El húngaro, de apenas 16 años, recaló en Berlín, Alemania, donde ingresó en el Instituto de Ciencias Políticas mientras trabajaba de medio tiempo en el laboratorio de revelado de una revista. Como su familia perdió su buena posición económica, el joven Friedmann debió abandonar su primera pasión, la literatura, por la fotografía, actividad que le daba de comer.
Pronto llegó la primera asignatura: cubrir un mitin en Copenhague, Dinamarca, que concluiría con una conferencia del político ruso León Trotsky, recién exiliado de la Unión Soviética. Era casi imposible conseguir una fotografía del revolucionario soviético,pero Friedmann logró colarse al encuentro disfrazado como uno de los obreros asistentes. Este ejemplo de astucia y entrega a su trabajo marcarían el rumbo de su destino. Justo cuando su carrera despuntaba, llegaron los nazis al poder y Friedmann, judío y con ideología de izquierda, tuvo que partir rumbo a Francia.
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En los años 30 era difícil que los periódicos franceses se fijaran en un húngaro sin cartel, por lo que junto con su pareja sentimental, la fotógrafa y reportera Gerda Taro, Friedmann ‘inventó’ el personaje de Robert Capa, un famoso fotógrafo estadounidense recién llegado a París. El seudónimo funcionó y acompañó al fotoperiodista el resto de su vida.
Esta personalidad ‘fabricada’ contrastó hasta el final con el realismo de su trabajo como fotógrafo. Capa significa ‘tiburón’ en húngaro, además el nombre era parecido al del director de cine Frank Capra, lo que ayudaba a que sonara ‘americano’.
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La muerte de un miliciano
Era 1936 y Capa, de 22 años, cubrió la Guerra Civil española del lado de los republicanos, que combatían contra el ejército del general Francisco Franco. El trabajo del corresponsal húngaro apareció con regularidad en las revistas Vu, Regards, Ce Soir, Weekly Illustrated y Life. También filmó rollos de película para el noticiero March of Time y para el departamento fílmico de Life.
A diferencia de la mayoría de sus colegas, Capa cubría la acción desde las trincheras. “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es porque no estás lo suficientemente cerca”, solía decir. El 5 de septiembre de 1936 Capa retrató el momento de la muerte del soldado español Federico Borrell García, del frente de Córdoba. El resultado fue la fotografía titulada Loyalist Militiaman at the Moment of Death, Cerro Muriano, también conocida como ‘La muerte de un miliciano’. La imagen, que le valió la fama mundial, mostraba la crudeza de la guerra y la caída de la República ante las fuerzas del posterior dictador.
Pero la misma foto también provocó una polémica que se prolongó hasta después de la propia muerte del autor. Uno de sus grandes detractores fue el académico vasco José Manuel Susperregui, quien afirmó en su libro Sombras de la fotografía, que la gráfica no fue tomada en Cerro Murciano sino en la comunidad de Espejo, a unos 56 kilómetros de distancia.

Como la segunda localidad estaba lejos del sitio del combate, Susperregui concluyó que la fotografía era un montaje. “Yo sólo puse la cámara por encima de mi cabeza… y disparé… y cuando regresé, ya era un fotógrafo famoso” declaró Capa en una entrevista radiofónica en octubre de 1947.
La cobertura del conflicto español tuvo un triste final para Capa, pues su compañera sentimental, Gerda Taro, murió mientras fotografiaba una batalla el 25 de julio de 1937. Fue la primera muerte de una corresponsal en combate. Capa nunca superó aquella pérdida y aseguraba que no quería saber nada de una imagen que “explotara la muerte”.
El Día D
Todavía le faltaba a Robert Capa presenciar otro momento histórico: el desembarco en Normandía por parte de las fuerzas aliadas en una fecha clave que definiría el rumbo de la Segunda Guerra Mundial. Doce fotógrafos recibieron acreditación para cubrir el combate, aunque sólo cuatro de ellos estarían presentes durante la invasión.
El 6 de junio de 1944, armado con un par de cámaras Contax II y lentes de 50 milímetros, una Rollei y una Speed Graphic, Capa, de 30 años, navegaba rumbo a la costa francesa acompañando a los soldados del 16° regimiento de la División de Infantería.
Capa tomó 106 fotografías ese día, pero sólo once pudieron salvarse. Tras salir del frente de batalla en un vehículo acuático militar, Capa llegó a Londres, donde envió los tres rollos de película que había capturado horas atrás.

El material debía salir de inmediato rumbo a Estados Unidos para llegar antes del cierre de la edición dominical de la revista Life. A las nueve de la mañana del martes llegó a su destino el ansiado paquete: cuatro rollos de película de 35 milímetros y media docena de rollos de película de cine, los únicos que había, ya que los demás camarógrafos habían perdido su material durante la batalla. El encargado del laboratorio, apremiado por el editor, cerró la puerta del cuarto donde se calentaban los rollos para apurar el proceso de revelado.
Pero pasó lo peor: por el intenso calor, la emulsión de la película se derritió y los rollos se arruinaron. Sólo se salvaron once imágenes. Las fotos llegaron a tiempo para el cierre de edición y se publicaron el 19 de junio de 1944. Entre ellas la más recordada es ‘La cara en medio del oleaje’ (A soldier in the surf), en la que aparece en primer plano el rostro de un joven soldado medio sumergido en el agua, en medio del tiroteo. Fue hasta 2007 que se conoció la identidad del soldado, Huston ‘Hu’ Riley, quien había desembarcado a unos cuantos metros del fotógrafo.

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Era Magnum
Dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1947, Robert Capa fundó la agencia Magnum Photos. Asociado con Henri Cartier-Bresson, David Seymour, George Rodger y William Vandivert, con ellos sentó las bases del fotoperiodismo moderno; un estilo único donde alternan el estilo documental con un estilo artístico.
Capa había jurado no regresar a una guerra; pero en 1950, durante una exposición de Magnum, John Morris, su antiguo editor de Life, le propuso cubrir la Guerra de Indochina; la oferta económica era de 2,000 dólares y Capa no pudo rechazarla. En Indochina, Capa pisó una mina mientras tomaba fotografías y murió antes de llegar al hospital. Tras su fallecimiento, su hermano
Cornell Capa, también fotógrafo, fundó en 1974 el Centro Internacional de Fotografía, para preservar el legado de Robert, el más importante fotógrafo de guerra, a la que, según sus conocidos, odiaba más que nada en el mundo.
Texto publicado en la edición de noviembre de 2016 | Revista Muy Interesante México


