La presión sobre los atletas chinos es tanta, que algunos consideran un fracaso ganar una medalla de plata o bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
A pesar de los valores del olimpismo, las imágenes emotivas que exaltan la condición humana a través de la pantalla, la solidaridad entre atletas y los rostros de triunfo y superación que conmueven a cualquiera, de vez en cuando sale a relucir el lado más oscuro de los Juegos Olímpicos.
Y es que al margen de la transmisión oficial de competencias y premiaciones, el sueño de asistir a la mayor justa deportiva mundial puede convertirse en una pesadilla cuando el entorno es hostil y hace de la máxima exigencia, presión extrema e hipercompetitividad una obligación.

Si a lo anterior se le suma una carga nacionalista de alcanzar la perfección en aras de mostrar la supremacía y los logros de un país, el resultado es la antítesis de los valores del deporte y el olimpismo.
Tal es el caso de algunos deportistas que participan en la delegación china en Tokio 2020, compuesta por 431 atletas de las distintas disciplinas de estos Juegos Olímpicos, para los que ganar un segundo o tercer lugar es un sinónimo de fracaso, según los estándares de la sociedad china.
Dos casos que representan a la perfección han sido recuperados a detalle por BBC: el de Li Junhui y Liu Yuchen (pareja que perdió la final de bádminton de dobles masculinos ante Taiwán) y el del dúo formado por Liu Shiwen y Xu Xin, quienes corrieron la misma suerte ante Japón en la última instancia del tenis de mesa mixto.

En vez de que los deportistas fueran motivo de orgullo para su país, ambas parejas recibieron críticas ácidas en Weibo, una de las redes sociales más utilizadas en China, que más tarde escalaron en descalifaciones violentas, que tachaban su actuación de vergonzosa e incluso antipatriótica.
La presión escaló a tal grado, que Liu Shiwen y Xu Xin ofrecieron disculpas públicas tras su derrota en la final, que los hizo acreedores a una medalla de plata, manifestando que se trataba de un resultado inaceptable para la delegación china.
Su caso se ha replicado en menor escala para decenas de atletas chinos, que son vapuleados por un sector cada vez más amplio de críticos en redes sociales que tienen en común una ideología acorde a la del régimen que gobierna China.
Y a pesar de que China encabeza el medallero gracias a que posee más oros que cualquier otro país –y sus posibilidades de finalizar los Juegos Olímpicos en primer lugar son amplias–, el nacionalismo impulsado al interior del país y los ambiciosos programas para que los menores ingresen a entrenamientos extenuantes desde los cinco años (conocidas como fábricas de campeones) provocan una carga en los atletas que en ocasiones resulta imposible de sortear.

La ideología oficialista impulsada desde el Partido Comunista (que se apunta logros como el crecimiento acelerado de la economía y su programa espacial) expone a los atletas chinos con fines propagandísticos, convirtiendo un evento deportivo en una frenética carrera por mostrar al mundo una supuesta superioridad, al más puro estilo de la Guerra Fría.
A pesar de que el medallero de Tokio 2020 será conquistado por segunda vez en la historia por China (la primera ocurrió en Beijing 2008), ningún metal alcanza cuando competir y ganar se transforman en una obligación patriótica.
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