Las personas que no pueden contratarse en las empresas por ‘ser demasiado jóvenes’ son víctimas de discriminación laboral por youngism.
En lo que uno acaba la carrera, es difícil encontrar un trabajo remunerado. Algunas empresas se toman la libertad de ‘pagar con experiencia’, mientras le exigen a los estudiantes horarios establecidos y responsabilidades equiparables a las de los empleados. Aún así, cuando se tiene apenas 20 o 23 años, peor es nada. Aún cuando los graduados tienen un título universitario —lo que quiere decir que terminaron los créditos necesarios para desempeñarse profesionalmente— muchas veces se enfrentan al mismo problema. A este fenómeno se le llama ‘youngism‘: la discriminación laboral por ser demasiado joven.
¿Una cuestión de edad?

De acuerdo con la BBC, cuando los jóvenes regresan a casa después de su entrevista final, muchas veces pierden el trabajo por no tener una edad suficiente. A pesar de que la descripción del puesto no considera un rango de edad específico, la retroalimentación de los empleadores siempre es la misma: “eres demasiado joven“. Cuando los rechazan sin razones sólidas, queda claro que la edad fue el filtro.
Sin embargo, el problema no se queda ahí. Por el contrario, aquellos ‘afortunados’ que sí lograron quedarse en la empresa padecen de efectos secundarios del ‘youngism’. Aunque tengan todas las aptitudes para desempeñar el puesto, sus compañeros de trabajo los tratan como niños pequeños, como si no supieran.
Además de que esta condescendencia entorpece la dinámica laboral, incide directamente en el rendimiento de las personas. Al sentirse incapaces, llegan con menos entusiasmo a trabajar, con la vergüenza de ser ‘demasiado jóvenes’ para llevar a cabo sus responsabilidades básicas. No importa si tienen la capacidad de desarrollarse laboralmente: el equipo de trabajo les impiden hacerlo sin darse cuenta.
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Brecha de género y discriminación laboral

Elizabeth Houghton, consultora en desarrollo laboral, explicó a BBC que esta dinámica afecta más a las mujeres jóvenes. Algunas de ellas querrán ser madres, y no pueden esperar a cumplir 40 años para embarazarse. Por el contrario, en el auge de su etapa reproductiva, deben de priorizar encontrar un trabajo para poder mantenerse por su cuenta, que hacer planes para formar una familia propia.
“Yo diría que afecta más a las mujeres que a los hombres”, dice Houghton. Para la experta, este sesgo figura inconscientemente en los empleadores, que desconsideran esta brecha de género con la que las personas gestantes tienen que cargar. Además, está segura de que parte del problema es que no se habla demasiado sobre esto.
Por el contrario, el énfasis se pone en los adultos que, después de los 40 años, no pueden colocarse en las empresas por ‘ser demasiado viejos’. Parece ser que la edad es uno de los filtros más severos en la actualidad, que considera a un sector mínimo de la población en edad productiva. Cualquiera que se salga de este rango —implícito, no definido en ningún lado— está fuera del juego.
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